Más norteña que nunca.

Yo: "Toño, ¿como lo ves? como que esta aburrido mi dibujo, como que le falta algo... "

Toño: " A ver...  - lo observa por un par de segundos, su postura totalmente de serenidad, cero expresión en la cara-  si, la verdad si"

Así fue mi semana con Iván y Toño. Serena, tranquila, directa, dedicada, sencilla, sincera y sin tapujos. Había que trabajar, no había de otra. No hay un short-cut al proceso, no hay pasos cortos, hay que darle; y si no estaba muy bien, vuelve a lijar, a bruñir y vuelve a empezar.

Iván Quezada, nieto de Juan Quezada. Admirable y aventurero señor que cambió el rumbo de Mata Ortiz cuando compartió su conocimiento despúes de haber redescubierto las técnicas Paquimé con barro en el Noroeste de Chihuahua. Iván un orgulloso y animoso representante de las tradiciones y legado de su abuelo. Antonio Sandoval, artesano de Mata Ortiz, con más de 20 años de experiencia; recolecta el barro, lo prepara, arma su pieza, la lija, la bruñe, la pinta, la quema... todos los días. Excelentes maestros.

El curso fue un viaje. Fue una inmersión que logró desconectarme a pesar de estar y dormir en la misma ciudad. Por 8 días de 8:30am a 3:00pm (dos días fue tiempo completo) sumergida en barro, pinceles, engobes y energía bonita. El simple hecho de llegar todos los días a un espacio donde iba a hacer algo que no había hecho ya me emocionaba. Algunas partes del proceso me fueron más conocidas que otras, hubo más de una que me dio nervio/emoción, esa sensación que da cuando entras a algo nuevo y dudas si podrás hacerlo; en general, incluyendo el resultado, la mayoría totalmente fuera de mi área de confort. Decidí que así iba a serlo, quise ponerme en situaciones no tan cómodas y soltar un poquito de lo que ya se para que entraran cosas nuevas. Me di cuenta que si, que la cerámica me ha cambiado mucho.

El taller tuvo el objetivo de compartir las técnicas de producción que se utilizan en Mata Ortiz Chihuahua, para un grupo pequeño de interesados. Eramos alrededor de 15. La mayoría de los que estábamos habíamos trabajado ya con cerámica o barro alguna vez. De modo que a todos nos interesó mucho, había grandes talentos en el grupo, todas las piezas únicas y bellas.

Y pasó lo que siempre pasa: ves una pieza, la admiras, la respetas y piensas: "Wow, esto es único ¡que belleza!" Después de empezar el proceso y conocerlo un poco más de cerca, todas las preguntas cambian a: "¿pero como hizo esto? ¡Que bárbaro Toño esa mano! ¿que barro es este? y si quiero hacer esto y esto ¿como le hago? Y entonces como quiero quemar esta pieza, ¿con que técnica? y ¿mi pieza como va a terminar? Me gusto más el barro rojo que el blanco, ¿a ti?" Y entonces me sentí como que no sabía nada y había que aprenderlo todo ¡es lo mejor!

Trabajar con esos barros para mi fue un lujo. Barros maravillosos. Por lo plástico, por lo puro, por lo fino. Trabajamos con barro rojo y barro blanco.  El barro es resistente, mucho más que a lo que estoy acostumbrada. Pinceles con cabello natural, una piedra para bruñir, máximo fueron 5 herramientas durante todo el proceso ¡totalmente rústico y auténtico!

El día de la quema fue uno de mis días favoritos. Un compañero asistente al taller - Eduardo - ofreció su quinta en la huasteca para hacer las quemas de todas las piezas. Fueron alrededor de 8 quemas en total. Quemas de 2hrs y mi curiosidad era mucha para entenderle. A mi me toma 8hrs de quema y 16 a 20hrs de enfriamiento, y aquí teníamos una pieza cruda a una lista ¡en 2hrs! Yo necesito un termopar para saber que esta pasando con el horno, y aquí uno se guía por las brazas y la leña. Es tan intuitivo y tan de experiencia que mejor observé, hice anotaciones mentales y encontré mis respuestas. 

Mis procesos de producción son muy distintos. No son industriales, nada es hecho con una máquina todo con mis manos, pero si hago repeticiones de un producto según el pedido - por ejemplo para restaurantes - Tampoco son totalmente de pieza única, pues todas mis piezas son para comer, así que las diseño y hago en conjunto, pensando en como complementar una mesa y como apoyar a comer con consciencia.

Aún así, y creo con mayor razón; este taller me conectó directamente con las raíces que hay en el norte de México con la cerámica. Piezas que bien pudieran ser funcionales por sus formas, pero que no lo son por las características de su proceso. Trabajo que habla de tradición, de comunidad, de contacto con la naturaleza, del respeto por la tierra en donde uno vive y sobre todo, de mucho amor y dedicación por el trabajo hecho con las manos.

Estos días fueron de reconocer que una de las cosas que he cambiado en mi a partir de Calixta tiene que ver con buscar vivir más en contacto con el proceso que toma producir algo, hacer cambios, actuar esos cambios. Vivir en curiosidad y en un equilibrio único que se logra solo dejándose de comparar y viviendo a partir de lo que uno tiene enfrente entre sus manos. De aceptar que se muchas cosas y que debo confiar más en mi, pero también que no se otras tantas más y que pareciera que esas no tienen fin - de verdad que no le veo el fin -  y estar bien con eso. Aquí la quema manda, una de ellas se pasó de temperatura y los resultados fueron muy distintos a los esperados... eso pasa, a mi me pasa seguido aún. El proceso de quema fue totalmente de intuición educada bajo experiencia y dedicación. Ver la serenidad con la que Iván y Toño trataban cada parte del proceso me llegó profundamente.

Es que es así: desde dentro uno se ubica en el lugar bajo el cual quiere trabajar con el material. 

Les comparto aquí imágenes del taller. Difícil resumir tanto, pero las imágenes hablarán de todo lo que me falta. Creo que el aprendizaje apenas viene bajando y falta utilizarlo.

¡gracias por leerme! No quise medirme con este post. ;)

 

Y aquí mis 5 piezas finales. En algunas me reconozco y en otras digo... ¿será? :D 

Anterior
Anterior

Mudanza de Calixta.

Siguiente
Siguiente

Entre zorros, conejos, suculentas, esmalte y tardes de lluvia.